Siete claves para educar con personalidad.


“Veo a los niños y adolescentes desorientados, porque los padres no tienen una idea clara de lo que deben hacer con sus hijos, de cómo formarlos. Hay incertidumbre de su parte y, al mismo tiempo, un gran aumento de la presión externa hacia sus vidas. Mientras, los chicos están recibiendo modelos foráneos en la casa, a través de los medios de comunicación, y no hay quien los filtre ni les diga esto está bien o mal, porque los padres no están en casa”. Es el diagnóstico que hace, desde Montevideo, Uruguay, el destacado siquiatra Alexander Lyford-Pike.


1. ENSEÑAR EN POSITIVO

Es un aspecto muy importante. “A veces se piensa que la función de los papás es solamente corregir, poner los límites, pero eso es la mitad de la película. La otra mitad, tan importante como ésta, es reforzar y estimular todas las cosas buenas que hacen los chicos. Uno tiene tendencia a ver como normal que un niño o joven estudie o le vaya bien en la escuela. El éxito a los hijos hay que reconocérselos, aunque sean logros pequeñitos. Eso debe hacerse toda la vida. Si no, el mensaje que les damos es que actuamos sólo cuando las cosas salen mal y los niños sienten que una forma de atraer la atención de los padres es cometiendo equivocaciones, lo cual es un mal mensaje”, señala el siquiatra. La idea, entonces, es que perciban que logran la atención de sus papás cuando hacen cosas buenas: eso los lleva a repetir esos actos, porque saben que sus padres van a quedar muy contentos.


2. EDUCAR EN VALORES Y VIRTUDES

“Es justamente lo que le da a una personalidad su firmeza y seguridad. Si uno tiene sus valores claros sobre la pareja, la familia, el respeto a la vida, el amor, la solidaridad, etcétera, hay que plantearlos continuamente en las distintas instancias de la vida familiar”, dice el médico. Los valores se transmiten continuamente en el hogar a través de conversaciones y actividades familiares. Por eso, hay que tener muy presente que una relación de pareja o familiar donde el trato es agresivo va a transmitir valores negativos. De ahí la importancia de que existan muy buenos gestos entre la pareja, por ejemplo, mostrándose cuidado el uno al otro. El doctor Lyford-Pike relata una experiencia que conoce: en una familia numerosa, cada vez que es el cumpleaños de uno de sus hijos, el padre le regala a su mujer un ramo de flores, dando el mensaje de que ella ha hecho una tarea muy importante hacia ese hijo y eso también hay que celebrarlo. Los pequeños y adolescentes deben ver en sus padres respeto y reconocimiento, es una forma de educar en esos valores.


3. HABLAR CLARO, APRENDER A COMUNICARSE

No darle vueltas a las cosas. Los mensajes hacia los hijos tienen que ser muy concretos y claros. Decirle, por ejemplo, a un hijo: “Haz tus tareas ahora”; “recoge los juguetes en este momento”. No mezclar estas instrucciones con otros temas. Son técnicas que ayudan a que la comunicación sea clara y directa. Si no, el mensaje llega diluido o confuso. Error es permitir la discusión y aceptar que el niño señale que no quiere, por ejemplo, recoger los juguetes porque lo hizo ayer y que cree que debe hacerlo, en vez de él, su hermana. En esos casos, solamente se debe repetir la instrucción: “Recoge los juguetes ahora”. La llamada “técnica del disco rayado”, es decir, la de repetir el mismo mensaje todas las veces que sea necesario, hasta que se entienda, es muy útil para alcanzar este objetivo. Con los adolescentes, eso sí, hay que aprender otro tipo de diálogo: la negociación. Conversar y establecer compromisos concretos y viables. Atender a sus requerimientos, dar algo, pero pedir también a cambio, haciéndoles ver otros compromisos o cuestiones que les correspondan.


4.TENER UN REGLAMENTO FAMILIAR CLARO

Es muy importante dar tareas o pequeños encargos a los niños y jóvenes para estimular su sentido de responsabilidad, seguridad y otros valores. Y chequear que se cumplan. Reglamentar asimismo con los asdolescentes, por ejemplo, que a cierta hora hay que estar en casa para cenar juntos. Normar que hay un momento para apagar las luces de la casa e ir a descansar. La hora en que se acuestan niños y jóvenes es esencial. “Di una conferencia hace un tiempo en Santiago, hablando de cómo había un descenso del rendimiento escolar de los adolescentes por el descuido del sueño. Se quedan chateando hasta la medianoche y tienen que levantarse a las 6 y media de la mañana. Un joven necesita nueve horas de sueño, de lo contrario no alcanza a reponerse. Hay que imponer normas con el ejemplo de uno: los chicos se acuestan tarde en las casas donde los padres hacen lo mismo”. Si no se duerme lo suficiente, el cerebro no recarga los neurotransmisores que sólo reproduce luego de varias horas de sueño (serotonina, dopamina y noradrenalina), que controlan los estados de ánimo. Por eso, en los jóvenes de hoy se ve gran tendencia a la depresión. Por la misma razón, dice el siquiatra, conviene quitar la TV y los computadores de las habitaciones. Ponerlos en espacios comunes ayuda, además, a generar dinámicas de encuentro.


5. REUNIONES ESPECIALES

Hacer reuniones o mantener conversaciones cuando suceden acontecimientos especiales en la familia. Por ejemplo, si vienen las vacaciones y hay posibilidad de un plan en común, especialmente con los adolescentes. Exponerles la idea y recoger opiniones para ponerse de acuerdo, negociando eventualmente. Se trata de buscar soluciones para objetivos concretos. O para enfrentar situaciones difíciles y dolorosas como la muerte de un ser querido. O frente a una “metida de pata” de alguno de los hijos. Todo eso merece reuniones especiales, como estrategia para buscar soluciones en común y compartir sucesos.


6. APLICAR PLANES DE ACCION

Los padres deben conversar para ponerse de acuerdo acerca de cómo actuar frente a algún acontecimiento o problema. Ejemplo: si a un hijo le está yendo mal en el colegio, idear un plan, decidiendo si va a tener clases particulares o si va a ser necesario aplicar otra estrategia. No dejar los problemas al libre albedrío, sino que enfrentarlos planificadamente. “Gran parte de la educación está en adelantarse a los sucesos. Hay un dicho que dice,más vale llegar un año antes que un minuto después”.


7. HECHOS MAS QUE PALABRAS

Ser consecuentes con lo que decimos y aplicar técnicas de disciplina, si es necesario, para lograr objetivos. Generar complicidades con los hijos y transmitir valores con el propio ejemplo. Compartir con ellos. “Hay técnicas para esto, como el llamado “floor time”, que es el juego de los papás con sus pequeños en el suelo. Se aconseja 20 minutos diarios compartiendo así, pues da resultados muy positivos de proximidad entre padres e hijos. Con los adolescentes, en cambio, invitarlos a hacer algo que les guste, a comer algo rico, ir al cine, al fútbol y así lograr espacios de intimidad para estar juntos. Vivir estas complicidades alimenta el diálogo y el afecto. El lenguaje del niño es el juego, el del adolescente es la acción, tener aventuras entre padres e hijos es vital. Por ejemplo, una noche pasada juntos en una carpa, en vacaciones, establece mucho más complicidad y comunicación que 300 noches compartidas en la casa”.
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